Hay una charla TED que me dejó flipado.
Se trata de una charla de la neurocientífica Jill Bolte Taylor.
Te recomiendo que la busques y la veas. Merece la pena.
Yo te la resumo por aquí:
Un buen día, Jill estaba haciendo sus experimentos sobre la neuroplasticidad, ya sabes, la capacidad del cerebro para seguir aprendiendo, y sufrió un infarto cerebral.
Pero de los gordos. En plan Harrison Ford en «A propósito de Henry».
El infarto afectó a todo su hemisferio izquierdo. Ahí está lo que la gente llama «el cerebro racional». Las áreas donde se llevan a cabo los procesamientos lógicos, el procesamiento del lenguaje (entender lo que te dicen y hablar) y otras áreas importantes. La pobre señora se quedó frita. Seca. Toda ese área, dañada. A cero. Como si empezara de nuevo.
Entonces, comenzó un proceso de rehabilitación muy bestia. Claro, es lo que tiene estar rodeada de colegas que están convencidos de que la neuroplasticidad es algo que se produce hasta el día en que morimos. Vamos, que no es una cosa que se detiene cuando eres adulto, como muchos creen.
El caso es que la doctora Bolte Taylor, tras muchos meses de rehabilitación, experimentó una transformación asombrosa: recuperó el habla, las capacidades lógicas y todo lo que había quedado dañado.
Pero seguía teniendo su hemisferio izquierdo como si acabaran de apagar un incendio en el bosque… ¿Cómo lo hizo?
Lo que había conseguido era desarrollar esas capacidades en su otro hemisferio, el que estaba intacto. El hemisferio derecho.
Es el que llaman el hemisferio creativo, donde se desarrolla el sentido del ritmo, el oído musical, las habilidades pictóricas, … esas cosas.
Lo más impactante fue el cambio de su personalidad. Al quedarse solo con su hemisferio izquierdo, pasó a ser una persona nueva. Disfrutaba más de los sabores, decía que veía las cosas con más colores, que apreciaba mejor los sonidos, que no se estresaba tanto y que, en general, la vida era más intensa y agradable.
En la charla reconoció que ese infarto cerebral había sido una bendición en su carrera y sobre todo, en su vida.
Brutal.
Bueno. Esto es una prueba, quizá un poco radical, de que la gente puede cambiar.
De opinión, de decisión, de visión.
Afortunadamente, no es necesario provocar un infarto cerebral en tus clientes para conseguirlo.
Hay formas más inocuas e igual de efectivas.
Formas indoloras de modular la neuroplasticidad de sus cerebros. Haciéndoles cambiar de parecer.
Una de ellas, es aprender a tatuar en el cerebro de tus clientes la imagen que quieres que tengan.
De ti. De tu negocio. De tu solución. De cómo puedes ayudarles.
Saber hacer esto es una de las cosas más rentables que puedes aprender.
Los fundamentos de esto están recogidos en el libro «Abrir, Leer, Comprar». El que recibes al momento de darte de alta en mi formación mensual:
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Sirve para cambiar la visión de tus clientes. Imprescindible para cambiar el dinero de sus bolsillos a los tuyos.
Que tengas un gran día.
Javi «tatuando cerebros» Vicente.
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