El otro día me encontré un cartelito en el ascensor:
«Al propietario/a del PERRO que todas las noches se las pasa ladrando y llorando, por favor, encuentre una solución. SUS VECINOS NECESITAN DESCANSAR. Gracias.»
Debajo, alguien había añadido: «No hables por todos los vecinos. A mí este escrito no me representa»
Drama en la comunidad. De los gordos.
A ver. Sí que es cierto que alguien tiene un cachorrito y que el animalito se pasó unas noches aullando desconsolado. También es verdad que ya ha parado. Así que el «todas las noches» se quedó en 3 noches nada más.
Al leerla, estuve tentado de sacar mi boli, rodear la palabra solución y poner en un margen:
– Usa tapones para los oídos
– Valeriana. Y si te va la droga dura, pues somníferos potentes
– Duerme en el garaje.
– Múdate a una casa en el campo donde no convivas con molestos vecinos con perros y bolígrafos.
No lo hice. Por eso de que este año soy el presidente. Me limité a arrancar la hoja y tirarla al contenedor de papel.
Bien.
La lista de soluciones que nunca escribí tiene un elemento en común: está en tu mano. No dependes de otro para resolver tu problema.
Yo tengo vecinos fogosos que jadean y golpean la cabecera de madrugada. Y tengo también un niño pequeño que llora alguna noche. Y nadie pone carteles.
Personas como el autor de la nota, van de víctimas pero son victimistas. Personas a las que todo les pasa. Que exigen a los demás soluciones en lugar de pensar por sí mismos.
En realidad, sí que son víctimas. De su incapacidad de adaptarse al entorno.
De no ser porque vivimos en sociedad, la madre naturaleza los habría extinguido hace tiempo. Son los que exigen ayudas porque su negocio no levanta cabeza. Son los que tienen en la boca siempre a un culpable para sus desgracias. Son los solucionadores de barra de bar que jamás predican con el ejemplo. Son personas que viven como medusas en el mar, dejándose arrastrar por la corriente, sin oponer mucha resistencia y envenenando todo lo que tocan.
Ese es el tipo de persona que evito como a la peste en mis formaciones y servicios. Porque no son capaces de reconocer que tienen un problema aquí y ahora y que tú, y solamente tú, eres el responsable de ponerle solución. Pagando a un profesional para que escriba por ti, si te lo puedes permitir. O aprendiendo a hacerlo tú mismo que, al fin y al cabo, es una de las habilidades más rentables que puedes aprender. Y que se quedará contigo incluso si no te queda otra que reinventar tu negocio o empezar de nuevo si el escenario es realmente negro.
Porque, tal y como lo veo, da igual dónde acabes. Aquí, allí o dónde sea… si sabes cómo vender productos y servicios y cómo persuadir e influir en las decisiones de los demás, siempre habrá alguien dispuesto a comprarte o a contratarte.
Si quieres empezar hoy mismo a vender mejor, es aquí:
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Si quieres despotricar y echarle la culpa a los demás, es en Twitter.
Javi «Presidente de comunidad» Vicente.
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