El poder de probar antes de comprar

Heráldica. La ciencia del blasón.

Es como describir vinos, pero con escudos de armas.

Trabajé para una empresa que vendía láminas de heráldica. Hace más de 20 años. Mi primer trabajo remunerado. En pesetas.

En un stand con forma de castillo forrado de terciopelo rojo como el que usan para alfombrar las calles comerciales en Navidad. Lo pusieron en la entrada del Carrefour de Gandía. Buscaban personal y yo buscaba pasta. Así que me cogieron.

Pero que no te engañe el aparente cutrerío. Esa empresa sabía lo que hacía. Lo tenían todo calculado al milímetro.

Por ejemplo, yo tenía que repartir un taco de folletos a cada cajera. Para que entregaran uno con cada compra. En el folleto decía que tenían un regalo si se pasaban por el stand.

El regalo consistía en una descripción del escudo de armas del apellido que escogieran. La gente siempre escogía su apellido. Lógico. Nada como la curiosidad y el interés propio para despertar el deseo del comprador.

Bueno. Entonces yo metía el apellido en el ordenador y le daba a «imprimir descripción». No les entregaba una impresión del escudo. No, eso no. Les entregaba una descripción del escudo. Algo de este tipo:

«Cifuentes: León en plata, nueve armiños de sable puestos en tres palos de tres. Bordura de gules con ocho aspas o cruces de San Andrés de oro.»

Y muchas veces querían saber más. Querían ver el escudo. Y empezaba la venta. Yo les decía que para tener el escudo tenían que pagar. Y me apartaba un poco para mostrarles los que teníamos expuestos. Una selección de los apellidos más comunes y los que tenían una heráldica más bonita y atractiva.

«Para verlo tienes que comprarlo. Tengo que imprimirlo. Te lo puedes llevar enrollado o lo podemos enmarcar por 500 pesetas más» (3 €).

La mayoría leían de nuevo la descripción, intentando desvelar cómo era el escudo. Estaban solo a un clic de saberlo. Y de llevárselo enmarcado para colgarlo en el salón. Muchos decidían llevárselo. Casi todos, enmarcado.

Bien. Aquí hay, por lo menos, 4 lecciones importantes de ventas. Para el que las sepa extraer, claro.

Solo decirte un apunte más:

Sin las muestras de detrás no se vendía ni una décima parte. Un día olvidé ponerlas (había que montar el stand cada mañana) y no hice ni una venta hasta que me di cuenta de que no las había sacado. Luego sí. Ventas a gogó.

Porque si no lo ven, no pueden saber si lo quieren.

Bueno. Pues me aplico el cuento y estoy ofreciendo el primer boletín de Escribir con Solvencia a los nuevos suscriptores. Para que lo lean y vean si es tan bueno como digo. Y luego decidan si quieren más o vendo humo:

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¿Que no te gusta? Sin problemas. Tal vez sepas de otra forma sencilla de hacer ventas casi a diario. Si la averiguas, quiero conocerla. Y pagar por ello.

Que tengas un gran día.

Javi «probar antes de comprar» Vicente.

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