La historia del campeón de halterofilia que limpia mi escalera

Aquí una historia de hasta dónde se puede llegar cuando te das por vencido (y cómo evitarlo).

Mira. Mi escalera la limpia un vecino. Un señor que confesó en una junta que no podía asumir de coste de la cuota de la comunidad. Y que se ofreció, a cambio de no pagar, a encargarse de la limpieza de los tres bloques de viviendas de mi edificio.

A la mayoría nos bastaba con que las escaleras estuvieran tan limpias como hasta entonces. Las limpiara él, Mahatma Gandhi o Josefina la de Napoleón.

Pero él se comprometió a hacerlo personalmente. Y no ha fallado una sola semana desde hace dos años.

Vamos, que es un hombre de palabra. Y no se avergüenza. Te saluda con la frente bien alta. Y también a quien se cruza por la calle. Porque es un tío conocido en la ciudad. Ganó varios títulos de halterofilia en su juventud, ha regentado varias tiendas de complementos nutricionales y trabajó en varios gimnasios.

Las cosas le iban muy bien. Hasta que dejaron de ir, claro.

En una ocasión, antes de que acabara limpiando mi rellano, hablamos. Fue en un descanso de una formación de copywriting que el ayuntamiento de Gandía me invitó a impartir para las empresas y comercio local de la ciudad. Le pregunté:

«¿Qué te ha parecido? ¿Te ves capaz de aplicar lo que he contado?»

Me respondió que no. Que el mundo del fitness era muy competido, que él ya era muy mayor y que si no salía vendiendo en la web un cachitas de 20 años recomendándote tal o cual proteína para ganar músculo, la gente no compra.

Bueno.
Ese hombre ya venía derrotado de casa. Ya se había dado por vencido. De nada sirvió decirle que podía jugar la baza de postularse como la voz de la experiencia. Y crear una marca sólida a base de tumbar los falsos mitos que te crees a pies juntillas cuando empiezas y no tienes ni puñetera idea.

Esto lo hace, magistralmente, Matt Furey. Un tipo que ganó todo tipo de competiciones en su juventud y que ahora, con más de 50 tacos y la retranca que da la experiencia, gana una pasta cada vez que manda un mail.

Bien. La realidad es que si tú ya lo das todo por perdido, si has llegado al punto de cambiar las pesas por el mocho para limpiar escaleras, hay poco que hacer.

Y es que la actitud es clave. Mucho más que lo bien que escribas o lo convincente que sea tal o cual táctica para vender.

Por muy bueno que sea tu producto, si no crees en ti, tu negocio está kaput.

Ahora. Si tienes algo que puede ayudar a los demás (como tenía ese señor), entiendes que hay pastel para todo el mundo y no estás dispuesto a renunciar a un trozo más grande y jugoso para ti, entonces tengo esto:

> Formación de email marketing «Abrir, Leer, Comprar»

No es un milagro. Ni yo soy el Mesías del Marketing. Ahora. Lo que enseño funciona. Es comunicar a tu audiencia para que te conozcan, confíen en ti y te compren. Lleves mil años en lo tuyo o acabes de empezar.

Eso sí, solo confiarán en ti si tú tienes confianza en ti mismo. Al revés, casi nunca funciona.

Que pases un gran día,

Javi «si ya no confías, puedes limpiar escaleras con dignidad» Vicente

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