El otro día llovió café.
No sé si en el campo, pero sí en Gandía.
Y, una vez escampó, salió el sol abrasador y secó las cuatro gotas de barro que cayeron del cielo… mi coche parecía un guepardo.
El caso es que no me di cuenta hasta el momento en que lo volví a coger para ir al centro comercial con la familia. Y estaba repugnante, el pobrecillo. Ni siquiera los niños del vecindario se atrevían a escribir con sus dedos en el capó eso de «Lávame, guarro». No. Aquello tenía costra. Parecía el socarrat de una paella.
Así que el plan estaba claro. Tatiana, Matías y sus dos abuelas irían de compras. Y papá a un autolavado a pasárselo bomba.
Ahora. Al dejarlos en el centro comercial, vi uno de esos puestecitos que han proliferado en los últimos años en los parkings cubiertos de los centros comerciales. Uno de esos puestos de lavado de coches a mano.
Me acerqué. Quería el lavado completo. Por fuera y por dentro. Pregunté al encargado cuánto iba a ser. Me dijo que 50€. Entonces un torrente de pensamientos tuvo lugar. Duró algo menos de un segundo. Pero es que en un segundo se pueden pensar muchas cosas. Cosas como:
«Joder, qué caro»
«Estamos a 33º. ¿Quieres ponerte tú a lavar el coche con este calor?»
«Con 5 pavos lo lavo yo por fuera y lo aspiro por dentro».
«Eso sí, me tiro una hora y pico. Y siempre me queda regulero».
«Tengo el maletero lleno de arena de las sillas, la sombrilla y los juguetes de Matías»
«Con lo que me molesta el ruido de la aspiradora»
«Además, por fuera da cosa tocarlo hasta con un palo»
«Y los faros y el frontal tienen mosquitos incrustados. Me va a tocar frotar fuerte para quitarlos.»
«Pruébalo, Javi. Si cuesta eso es porque lo vale»
«10 veces más. ¿Merecerá la pena?»
«¿Cuánto vale una hora de tu tiempo haciendo lo que realmente se te da bien?»
«Si te tiras a la piscina, te invito a un Llao Llao. Al fin y al cabo, habrás ganado una hora y media para ti, ¿en qué la vas a invertir?…»
Fin de la discusión. Un Llao Llao y me convences de lo que sea. Decidido.
Le di las llaves al encargado del lavado y, de repente, surgieron cuatro hombres de la nada, dos por cada lado del coche, como si lo hubiera dejado en los boxes de McLaren. Dos se metieron en el interior. Los otros dos se abalanzaron sobre el capó con esponjas. En media hora iba a estar como los chorros del oro, me aseguró el vendedor.
El resultado superó todas mis expectativas. No lo tenía tan reluciente desde el día en que lo compré. Por dentro refulgía. Por fuera estaba impecable. Hasta las llantas, que siempre se me habían resistido, parecían nuevas.
Bueno. Esto es lo que pasa cuando delegas el trabajo en un profesional. Resultados superiores. Porque tienen la preparación y los materiales adecuados. Porque tienen una técnica perfeccionada a base de repetir. Porque pueden hacer un trabajo cinco veces mejor en una cuarta parte del tiempo que te llevaría a ti.
Lo que me lleva a hablarte de mis servicios. Como copywriter. Para tu negocio. Para escribir textos de venta por ti. O potenciar esa página de ventas o esa secuencia de mails que no termina de despegar:
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Si eres de los que prefiere perder dos horas de su vida lavando el coche a mano para ahorrarse unos eurillos, probablemente no es algo que sepas valorar. Pero si buscas resultados superiores que amortizan la inversión en poco tiempo, igual te interesa.
Que tengas un gran día.
Javi «coche impecable» Vicente.
PD: detalles en el link
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